La convencionalización de la agricultura ecológica pone en duda su sostenibilidad, sin embargo, no se ha llegado a un consenso sobre los criterios que permiten evaluar esta convencionalización.
En este estudio proponemos una metodología basada en la autonomía, uno de los principales atributos de sostenibilidad desde una perspectiva agroecológica. Dicha metodología ha sido aplicada en sistemas ganaderos mediterráneos de vacuno de carne y porcino en España y condujo a la diferenciación entre cinco modelos en función de su grado de aproximación a los sistemas convencionales.
Los sistemas semintensivos de porcino blanco fueron los más convencionalizados frente a los sistemas extensivos de dehesa basados en el pastoreo. En la mayoría de los casos, la convencionalización es fruto del contexto socioeconómico e institucional que rodea a las granjas. Un cambio en las políticas públicas será imprescindible para mejorar la sostenibilidad de las explotaciones ganaderas y para evitar la desaparición de aquellas más vulnerables que son las que están generando los mejores servicios ecosistémicos a la sociedad.
La metodología propuesta, basada en indicadores ambientales y socioeconómicos, es aplicable para evaluar la convencionalización de otros sistemas orgánicos más allá del Mediterráneo.
Sobre la convencionalización de la producción ecológica
A pesar de las regulaciones europeas comunes (Comisión Europea 2018), los sistemas de producción ecológica no responden a un modelo homogéneo. Difieren en cuanto a su sostenibilidad y su capacidad para generar servicios ecosistémicos (Nikol y Jansen 2021; Orsini et al. 2020; Sylvander, Bellon y Benoit 2006).
A finales de la década de 1990, el debate sobre la convencionalización de la producción ecológica puso de manifiesto que una parte del sector avanzaba hacia un modelo industrial de producción ecológica que en cierto modo contradecía sus valores esperados de sostenibilidad ambiental y socioeconómica (Allen y Kovach 2000; Best 2008; Leifeld 2012; Tankam y Choumert 2013). Es decir, el modelo de producción ecológica se volvió más dependiente de insumos y energía externos (Rosset y Altieri 1997), más intensificado y menos diversificado. Replicó también un modelo predominante de distribución en canal largo donde los productores desempeñan un papel mínimo en las decisiones de la cadena alimentaria (Rigby y Bown 2003). La estandarización, los mercados de alimentos y las políticas públicas influyen en los agricultores biológicos en este proceso, empujándolos hacia estrategias similares a las adoptadas por los agricultores convencionales (Lockie et al. 2006; Ramos-García, González de Molina y Guzmán-Casado 2018). La convencionalización no tiene por qué ser intencionada. De hecho, los agricultores operan en un marco institucional favorable a la producción convencional (González de Molina et al. 2020).
Desde las primeras evaluaciones sobre la convencionalización en la producción hortícola ecológica a nivel de finca en Estados Unidos (Buck, Getz y Guthman 1997; Guthman 2004), se han publicado numerosos estudios (Desquilbet, Maigné y Monier-Dilhan 2018; Lockie y Halpin 2005; Nikol y Jansen 2021; Oelofse et al. 2011; Pépin, Morel y van der Werf 2021; Schewe 2014). Sin embargo, la mayoría de ellos tienen un contenido esencialmente teórico o se basan en fuentes secundarias, siendo pocos los estudios empíricos directos de las propias explotaciones agrícolas. Se necesitan más estudios empíricos para construir una teoría sólida sobre la convencionalización (Seidel, Heckelei y Lakner 2019).
En ganadería los estudios empíricos son aún más escasos y los que existen se centran en el ganado lechero (Flaten et al. 2006; Guptill 2009; Schewe 2014) y el ganado vacuno de carne (Stassart y Jamar 2008; Zagata 2007). Casi ningún estudio aborda el sector porcino, salvo el desarrollado por De Wit y Verhoog (2007) en cerdos y aves.
Según Zoiopoulos y Hadjigeorgiou (2013), las regulaciones europeas hacen demasiadas excepciones que han llevado la ganadería ecológica hacia la convencionalización -uso de aditivos alimentarios, medicamentos alopáticos, etc.- (Stassart y Jamar (2008), mostraron un manejo convencional del pastoreo (confinamiento de los terneros), dieta (alimentación concentrada), prevención de enfermedades (cesáreas sistemáticas) y razas (utilizando razas de alto rendimiento). Además, una integración insuficiente entre la ganadería ecológica y la agricultura (Ramos-García, González de Molina y Guzmán-Casado 2018) conduce a una menor autosuficiencia alimentaria y a una escasez de fertilizantes orgánicos (1570 M. Ramos García et al).
Pocos de estos estudios se han llevado a cabo en sistemas mediterráneos en Europa a pesar de la facilidad para convertirlos a la agricultura ecológica y su importancia en la provisión de servicios ecosistémicos (Bernués et al. 2011). Los usos del suelo de pastoreo boscoso son característicos de la región biogeográfica mediterránea. En España y Portugal hay alrededor de 73.000 km2 de pastos forestales [. . .] denominados dehesas y montados respectivamente (Plieninger,Pulido y Schaich 2015). Los sistemas integrados de cultivo y ganadería también son representativos de la región mediterránea, como los sistemas ovinos y caprinos en Grecia (Sossidou et al. 2013). La mayoría de los sistemas mediterráneos típicos se caracterizan por ser sistemas agrícolas extensivos y de bajos insumos basados en pastos con baja densidad ganadera. Las condiciones agroclimáticas comunes a la cuenca mediterránea muestran patrones similares en el régimen de precipitaciones y, por tanto, en la disponibilidad de biomasa natural para la alimentación del ganado. Es decir, otoños y primaveras húmedos (con un pico de disponibilidad de pastos) y un período seco (de junio a octubre) donde la disponibilidad de pastos disminuye, lo que obliga a importar materias primas forrajeras desde fuera de la explotación o a sembrar cultivos forrajeros. Muchos de ellos están ubicados en zonas menos favorecidas que tienen un importante papel económico, social y ecológico (Sossidou et al. 2013). También es habitual el uso de razas locales capaces de adaptarse a condiciones climáticas y pastos de baja calidad, o de difícil acceso (Ripoll-Bosch, Joy y Bernués 2013; Sossidou et al. 2013). Una parte fundamental de la producción de cerdos ecológicos criados en libertad se lleva a cabo bajo sistemas tradicionales en las zonas mediterráneas de Europa, y esto no ha sido evaluado adecuadamente en términos de convencionalización. Ya se ha llevado a cabo un trabajo clave relacionado con sistemas mediterráneos (no específicamente sobre convencionalización) a partir de los mismos estudios de caso utilizados en este estudio para evaluar la sostenibilidad, la eficiencia energética y la provisión de servicios ecosistémicos de diferentes tipologías de ganadería ecológica (Ramos García, Guzmán y de Molina 2022).
Varios autores han propuesto indicadores para medir la convencionalización a nivel de finca (Darnhofer et al. 2010; Seidel, Heckelei y Lakner 2019) basados en los principios de IFOAM (2005). Tenían un fuerte componente ambiental y de bienestar animal, pero no consideraban aspectos económicos, sociales o territoriales. Más recientemente, Pépin, Morel y van der Werf (2021) aplicaron una metodología mucho más completa al sector hortícola francés, proponiendo un índice ambiental y socioeconómico. Los autores lograron diferenciar los sistemas de producción según sus diferentes grados de convencionalización. Sin embargo, esta metodología más holística, no está adaptada a las producciones ganaderas.
El presente trabajo tenía dos objetivos clave. El primero fue arrojar luz sobre el estado de la convencionalización de la ganadería ecológica en sistemas mediterráneos a partir de datos empíricos. Se estudiaron dos especies, vacuno de carne y porcino, representativas de animales rumiantes y monogástricos. Estas dos especies a menudo se encuentran asociadas en sistemas mixtos. El segundo objetivo fue avanzar en una metodología que permitiera evaluar la convencionalización basada en principios de sostenibilidad de la agroecología que fueran más allá de las explicaciones de estandarización. Estos estudios de caso son una aproximación para explorar los procesos de convencionalización en otros sistemas mediterráneos, ya que comparten patrones y debilidades comunes. La metodología propuesta tiene utilidad para la evaluación de la convencionalización de otros sistemas ganaderos ecológicos por toda Europa ya que se basa en desafíos comunes en muchos de los casos previos estudiados en el mundo y se examinan bajo una perspectiva agroecológica.
El enfoque agroecológico define la sostenibilidad mediante varios atributos, entre ellos la productividad, autonomía, resiliencia, equidad y adaptabilidad (Altieri 1995; Gliessman 1998; Masera, Astier y López-Ridaura 1999). El papel central de los recursos naturales (producidos y reproducidos en la finca [. . .]) implica un alto grado de autonomía que constituye un pilar de la resiliencia económica y ecológica (Van der Ploeg et al. 2019). Por tanto, nuestra propuesta metodológica sitúa la autonomía en el centro de la sostenibilidad de los sistemas ecológicos.
La falta de autonomía está vinculada a la destrucción de los circuitos internos, que a su vez degrada los principales elementos de fondo de los agroecosistemas (suelo, biodiversidad, agua), llevando estos elementos a ofrecer menos servicios ecosistémicos y de menor calidad (Burkhard, Fath y Müller 2011). La autonomía es también la base de la viabilidad socioeconómica. Un modelo convencionalizado en el que los agricultores dependen del mercado y están a merced de grandes empresas alimentarias: presionados, por un lado, por los precios de los insumos y, por el otro, por los precios del mercado minorista, sufriendo así reducciones en sus ingresos (González de Molina et al. 2020).
No existe un consenso acerca de la definición de convencionalización (Ramos García, González de Molina y Guzmán Casado, 2018). Desde un punto de vista agroecológico, podríamos definir la convencionalización como un proceso en el que un sistema de producción ecológica imita otro sistema de producción convencional de las siguientes maneras: la incapacidad de producir sus propios insumos y mantener su capacidad productiva y reproductiva (Darnhofer et al. 2010 ; González de Molina et al.2020); la dependencia creciente de energía y mano de obra externas (Dinis et al.2015; Guthman 2004; Ramos García, Guzmán y de Molina 2022; Rosset y Altieri 1997); la falta de capacidad de los productores en la cadena alimentaria para establecer condiciones y precios (Rigby y Bown 2003); y la reducida generación de servicios ecosistémicos diferenciales (Pépin, Morel y van der Werf 2021; Rover et al. 2020). Es decir, un sistema convencionalizado carece de autonomía respecto al mercado y respecto a la capacidad de sostener por sí mismo su productividad, penalizando su sostenibilidad (1572 M. Ramos García et al).
Aplicamos estas múltiples dimensiones de la sustentabilidad para determinar la proximidad de los sistemas mediterráneos ecológicos de vacuno de carne y porcino a los sectores convencionales.
Conclusiones
Como en estudios anteriores (Pépin et al., 2021; Nikol y Jansen 2021; Perea et al.2014; Van der Ploeg et al. 2019), encontramos divergencias en lo relativo al grado de convencionalización y de generación de servicios ecosistémicos de las granjas ecológicas. La metodología presentada en este estudio ha permitido diferenciar los modelos con precisión y determinar las debilidades ambientales y socioeconómicas de cada uno, conduciendo así a recomendaciones adaptadas.
Los aspectos que más influyeron en la convencionalización fueron los siguientes: el grado de recirculación de la biomasa; la dependencia energética/alimentaria (incluida la dependencia de la soja); el uso de razas no adaptadas; la falta de canales ecológicos de comercialización (especialmente canales cortos); la escasa actividad asociativa; la especialización productiva versus diversificación y la falta de relevo generacional.
La producción en granjas de porcino blanco ha mostrado claros signos de convencionalización. Por su parte, la ganadería de pastoreo, adaptada a los agroecosistemas de la Peninsula ibérica, ha presentado niveles muy altos de sostenibilidad cuando se hace con manejo agroecológico. Sin embargo, estos modelos mostraron vulnerabilidades socioeconómicas que ponen en peligro su viabilidad futura: falta de relevo generacional y reconocimiento insuficiente por parte del mercado de los servicios ecosistémicos que brindan. Las granjas que más servicios están prestando son, precisamente, aquellas que corren mayor riesgo de desaparecer.
Muchas de las causas que conducen a la convencionalización en realidad son fruto del contexto territorial, de mercado y del entorno político-institucional que rodea a los agricultores. Las políticas públicas desempeñan un papel clave en la supervivencia de la ganadería ecológica al abordar las debilidades del sector. Unas políticas públicas bien diseñadas permitirían reconocer plenamente los servicios ecosistémicos prestados y aumentarían la autonomía de estos sistemas en un contexto de transición ecológica.
Pagar por los servicios ecosistémicos sería una estrategia importante: estos servicios serían debidamente reconocidos y cuantificados en función de las diferentes contribuciones de cada modelo, bien sea por la conservación de la biodiversidad, el reciclaje de fitomasa, la prevención de incendios o la mitigación del cambio climático. Así mismo, las políticas coherentes con un enfoque territorial deberían facilitar el acceso a las tierras de pasto –muchas de ellas abandonadas–, así como al uso compartido de pastos comunales y rastrojeras y fomentar la producción organizada de materias primas para piensos ecológicos a nivel local. El apoyo a redes de cebaderos ecológicos y comunitarios, así como a mataderos locales (o móviles), permitiría cerrar los ciclos de cebo y ofrecer a los consumidores finales una mayor oferta de carne ecológica. Todas estas medidas mejorarían sustancialmente la economía de las granjas ecológicas y representarían una opción de futuro para las próximas generaciones de agricultores.
La metodología propuesta es aplicable para evaluar la convencionalización en otros sistemas de producción ecológica en Europa y fuera de sus fronteras. El enfoque energético para el cálculo de indicadores ambientales ha sido utilizado ampliamente en otros sistemas agrícolas en Europa y América del Norte. La inclusión de otros indicadores más relacionados con la provisión de servicios ecosistémicos sería interesante para evaluar el desempeño de las fincas a largo plazo. Por lo tanto, las TRE (Tasa de Retorno Energético o EROI en inglés) agroecológicas (NPPact-EROI, TRE de biodiversidad y TRE de madera) deberían incluirse en el conjunto de indicadores propuesto. Por otro lado, los indicadores socioeconómicos se basan también en las debilidades de la producción ecológica identificadas en la literatura previa sobre convencionalización en el mundo. Estos indicadores socioeconómicos también son aplicables a otros sistemas ecológicos más allá de los mediterráneos. Sería limitante restringir esta metodología al ámbito de las explotaciones agrarias, por lo que en el futuro, sería recomendable ampliar su alcance a todas las actividades que complementen los ingresos de la familia/unidad de producción relacionadas con la cadena alimentaria (como el procesamiento de carne) para medir la sostenibilidad de toda la actividad agraria. Esto requeriría un diseño preciso que permita un marco comparativo entre explotaciones.
Artículo de investigación: