El capítulo 10 del recientemente publicado «Libro Blanco de la Alimentación Sostenible en España», está dedicado al análisis de la situación actual del consumo alimentario en España y propone medidas enfocadas a favorecer, promocionar e impulsar una alimentación sana y sostenible, así como a minimizar el desperdicio alimentario. En este capítulo, titulado «Consumo alimentario responsable» han participado tres autores, entre ellos Isabel Cerrillo García, Profesora e Investigadora del Área de Nutrición y Bromatología de la Universidad Pablo de Olavide y socia fundadora de Alimentta.

La demanda de alimentos está aumentando y cambiando a lo largo de los años a nivel mundial. Garantizar una producción y un consumo sostenible es una prioridad si queremos dar suficiente alimento, no solo a esta generación, sino a las futuras (es decir, los 10.000 millones de personas que se estima habrá en el 2050), de una forma segura, saludable y respetuosa con el medioambiente.

Cambiar adecuadamente los patrones de consumo de la población, supondría una mejora en el estado de salud actual de las personas y beneficios desde el punto de vista ambiental, como un menor uso de recursos naturales (agua, tierra, energía…) y menos emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). El Objetivo de Desarrollo Sostenible 12, centrado en la producción y el consumo responsables, promueve dietas saludables y sostenibles, reduciendo el desperdicio alimentario. Esta es una estrategia clave para lograr una seguridad alimentaria sostenible y una mejora de la salud pública a nivel mundial.

Aunque en países como España se están realizando importantes esfuerzos en los últimos años para promover la adopción de hábitos alimentarios más saludables (p. ej. la Estrategia NAOS (Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad), el Programa Fifty-Fifty o la campaña “Gracias por esos 1.000 primeros días”) y para concienciar acerca de la reducción del desperdicio alimentario (p. ej. la «Guía Práctica para reducir el desperdicio alimentario en centros educativos» o la propia Estrategia “Más alimento menos desperdicio”, ambos creados por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación), aún queda mucho por avanzar.

¿En qué consiste un consumo saludable a la vez que sostenible?

El concepto de dietas saludables y sostenibles, recientemente definido por OMS (Organización Mundial de la Salud) y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación por sus siglas en inglés), está abriéndose paso poco a poco en la opinión pública y las instituciones, y puede ser clave para políticas nacionales e internacionales de seguridad alimentaria y desarrollo sostenible en los próximos años.

En primer lugar, podríamos definir una alimentación saludable como aquella basada en alimentos frescos (evitando aquellos altamente procesados, que conllevan altos niveles de grasas de mala calidad nutricional, azúcares, edulcorantes, harinas refinadas, potenciadores del sabor y sal) y mayoritariamente de origen vegetal (frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales). Por otro lado, según la FAO, las dietas sostenibles son aquellas que “generan un impacto ambiental reducido y que contribuyen a la seguridad alimentaria y nutricional, y a que las generaciones actuales y futuras lleven una vida saludable. Además, protegen y respetan la biodiversidad y los ecosistemas, son culturalmente aceptables, accesibles, económicamente justas y asequibles y nutricionalmente adecuadas, inocuas y saludables, y optimizan los recursos naturales y humanos”. Las dietas basadas en productos de origen animal – lácteos y carne – originan mayores impactos ambientales que las dietas basadas en productos de origen vegetal, de manera que existe una gran coincidencia entre los alimentos más saludables y los más sostenibles y entre aquellos que son menos sostenibles y los que hay que tratar de evitar para preservar la salud.

Las dietas basadas en alimentos frescos, mayoritariamente de origen vegetal, (frutas, verduras, cereales, legumbres y frutos secos), locales, de temporada y, siempre que sea posible, producidos u obtenidos bajo técnicas agroecológicas, son la elección más saludable y sostenible. Por otro lado, es necesario destacar la importancia de evitar el desperdicio alimentario y el consumo de alimentos envasados en plásticos, no solo por su impacto ambiental sino por sus conocidos efectos tóxicos para la salud.

¿Cuáles son los hábitos de consumo actuales en España? ¿Está influenciando la dieta en el estado de salud de la población?

Los patrones de consumo españoles actuales se están dirigiendo hacia una dieta menos saludable y más “occidentalizada”, consumiendo más carne y derivados cárnicos, lácteos y azúcar de lo recomendado. Por otro lado, el consumo de frutas, verduras y cereales resulta deficitario según las recomendaciones de consumo. Además, la tendencia general en los últimos años indica que los alimentos frescos representan una minoría en nuestra cesta de la compra, a la vez que aumenta el consumo de alimentos muy procesados y platos preparados.

Según los últimos datos publicados por la OECD (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) acerca de la prevalencia de obesidad y sobrepeso en España, se nos sitúa en la 6ª posición de los 13 países europeos incluidos en el informe. En cuanto a la obesidad infantil, los últimos datos del Observatorio Mundial de la Salud de la OMS sitúan a España en la 4ª posición de los países de la Unión Europea. La malnutrición en todas sus formas, incluida la obesidad y la desnutrición, es la principal causa del mal estado de salud de la población a nivel global. El sobrepeso y la obesidad se asocian a otras patologías, tales como diabetes, hipertensión arterial, osteoporosis o el incremento de la probabilidad de padecer cáncer. Obesidad, síndrome metabólico (MetS) y diabetes mellitus tipo 2 son tres enfermedades interrelacionadas que comparten mecanismos de aparición y evolución y, con frecuencia, se van combinando sucesivamente, ocasionando complicaciones cardiovasculares. Actualmente en España la prevalencia de las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con malos hábitos alimentarios es muy elevada. El 21% de la población española tiene hipercolesterolemia, el 20% sufre de hipertensión, y el 8% ha desarrollado diabetes, según los datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad. Estas enfermedades crónicas se asocian además con el consumo elevado actual de alimentos altamente procesados. Esta situación supone un elevado riesgo de mortalidad y un alto coste socioeconómico.

Por otro lado, las cifras actuales de desperdicio alimentario suponen una pérdida económica y social que puede conducir a un aumento de precios haciéndolos menos accesibles a los grupos más vulnerables y desfavorecidos y, por ende, conllevar a un aumento de la inseguridad alimentaria.

Cuatro medidas para avanzar hacia hábitos alimentarios más saludables

En el capítulo 10 del libro blanco se proponen cuatro medidas específicas para avanzar hacia unos hábitos alimentarios saludables, de bajo impacto ambiental, económicamente justos y asequibles y, que pueden resumirse en:

  • Difundir información entre la población acerca de un consumo alimentario saludable y sostenible que logre concienciar sobre qué patrones de consumo son los más adecuados: fomentar el consumo de alimentos de origen vegetal (frutas, verduras, cereales, legumbres y frutos secos) con una disminución importante del consumo de productos de origen animal (sobre todo carnes y lácteos). Priorizar en nuestra cesta de la compra alimentos frescos o poco procesados, y a ser posible, evitar los envasados en plásticos.
  • Potenciar mercados locales, canales cortos de comercialización y venta directa a consumidores para facilitar el consumo de alimentos frescos, locales y de temporada, con precios justos y asequibles en nuestra dieta diaria.
  • Promover el consumo responsable en espacios públicos y en la restauración en general fomentando la oferta de menús saludables y sostenibles, el mínimo desperdicio alimentario y, reducir el uso de envases plásticos en colegios, universidades, empresas, instituciones y en toda la restauración colectiva.
  • Reducir el desperdicio alimentario a mínimos por parte de las personas consumidoras y en el sector servicios (restauración), mediante campañas de sensibilización, creación de plataformas de redistribución de alimentos y fomentando la venta a precios bajos de productos con fecha próxima a su caducidad o deterioro.