La agroecología y la salud conforman un binomio poco explorado desde ambos sectores. Sin embargo, la ciencia está aportando cada vez más evidencias sobre la relación natural que existe entre ambas.

Nos lo recordaba el Dr. Antonio Agudo durante el IX Congreso Internacional de Agroecología, celebrado en Sevilla el pasado mes de enero: “una dieta correcta es una oportunidad para disminuir el cáncer”, como también está demostrado para otras enfermedades crónicas no transmisibles asociadas a la mala alimentación, como es el caso de la diabetes tipo 2 o las enfermedades cardiovasculares. En este sentido, Nicolás Olea, socio fundador de Alimentta, enfatizaba: “la manera en la que están producidos los alimentos que consumimos es clave, porque la dieta es la fuente más importante de exposición a los contaminantes tóxicos”.

Por su parte, Isabel Cerrillo, también socia fundadora de Alimentta, planteaba la importancia de conocer la calidad nutricional de la dieta de un país, ya que permitiría identificar cuáles son los cambios necesarios en los hábitos alimentarios de la población para mejorar su estado nutricional. Esta información es necesaria a la hora de elaborar guías alimentarias eficaces y diseñar nuevas estrategias de sensibilización, comunicación y difusión sobre hábitos alimentarios saludables.

Consumo: el eslabón fundamental donde todas las personas podemos decidir

En los últimos 50 años, los hábitos alimentarios en los países industrializados han ido cambiando y, en ciertos aspectos, empeorando desde un punto de vista nutricional. España es un caso representativo de las desviaciones contraproducentes de los patrones alimentarios que han conducido a un aumento notable de las personas con sobrepeso y obesidad, así como a una alta prevalencia de enfermedades crónicas asociadas a una dieta de mala calidad.

Estudios previos han revelado que son necesarios cambios en el consumo de alimentos en España no solo para reducir algunas patologías asociadas a los malos hábitos alimentarios, sino también el impacto medioambiental de los patrones dietéticos actuales.

A pesar de la evidencia, resulta llamativo que los informes de valoración nutricional de la dieta española de acuerdo al Panel de Consumo Alimentario realizados por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación no puedan explicar la prevalencia actual de sobrepeso u obesidad evidenciada en España, así como la alta incidencia de enfermedades asociadas a la mala alimentación.

Para explicar estas discrepancias, desde Alimentta hemos publicado un estudio que lleva a cabo un cálculo basado en los datos oficiales de consumo, teniendo en cuenta aspectos tan distintos como la importación, exportación y el procesado de los distintos grupos de alimentos, con objeto de estimar el consumo alimentario real de la población española. Esta evaluación de los datos del panel de consumo alimentario ha tenido en cuenta además variables como la alimentación fuera del hogar, el turismo o el desperdicio alimentario.

Los resultados del estudio indican que el Panel de Consumo Alimentario subestima el consumo de la población pues todos los grupos de alimentos, excepto pescado y frutos secos, resultaron ser consumidos más que lo declarado oficialmente. Además, el análisis pormenorizado dietético-nutricional de los resultados de consumo mostró un consumo bastante alejado de las recomendaciones de frecuencia de consumo de alimentos, con desviaciones tanto al exceso de algunos como al aporte deficiente de otros.

Nuestros propios resultados sugieren la necesidad de un cambio en el patrón de consumo hacia una mayor adherencia a patrones alimentarios con más aporte vegetal -verduras, frutas, legumbres y frutos secos- en detrimento del consumo de productos industriales y altamente procesados, así como de lácteos y carnes. La difusión de estas recomendaciones y su implementación por la población general significaría un paso importante en la recuperación del patrón de dieta mediterránea, cuyos beneficios tanto para la salud pública como en la mitigación del cambio climático han sido ampliamente demostrados.

La dieta como una oportunidad para la prevención del cáncer

Los estudios llevados a cabo desde el Instituto Catalán de Oncología (ICO)dirigidos por el Dr. Antonio Agudo, indica que nuestra dieta tiene una relación causal con 11 tipos de cáncer, entre los que se encuentran los más frecuentes en nuestra población, como el de colon, mama o próstata.

Si bien el consumo de algunos productos presenta una asociación más fuerte con el riesgo de cáncer, como es el consumo de bebidas alcohólicas, no se trata solo de asociaciones de un componente en particular de nuestros hábitos alimentarios, sino de valorar la dieta en su conjunto y tener en cuenta la nutrición adecuada como una oportunidad para la prevención del cáncer.

En palabras del Dr. Agudo la dieta puede explicar la aparición del cáncer en un 10-15% de los casos, pero si añadimos otros factores de riesgo como el consumo de alcohol y tabaco, el sedentarismo y la obesidad, los cambios de hábitos y en nuestro estilo de vida podrían prevenir hasta 77.000 nuevos casos anuales (la proporción de casos prevenibles en España en 2020 se situó en el 27,5%).

Cuando nos planteamos la necesidad de modificar los hábitos alimentarios de la población, nos planteamos dos retos de igual importancia. De un lado, la intervención sobre la dieta obesogénica, con las diversas patologías asociadas al exceso de peso. De otro, la lucha contra la inseguridad alimentaria, entendida como la dificultad de acceso por cuestiones económicas a alimentos de calidad y dietas sanas.

Por otra parte, estamos convencidos de que una visión integral de la alimentación debería considerar no solo los aspectos nutricionales y de seguridad alimentaria, que atañen a dietas culturalmente aceptables, accesibles, económicas, justas e inocuas, sino que también debe considerar un impacto ambiental reducido de las cadenas de producción, distribución y preparación de los alimentos.  

Cómo evitar la exposición a contaminantes a través de la alimentación

La alimentación representa la fuente más importante de exposición a contaminantes tóxicos. Según comenta el Dr. Nicolás Olea, los alimentos son el vehículo de entrada de diversas sustancias químicas con efectos nocivos para la salud. Algunos ejemplos son bien conocidos:

  • Residuos en los alimentos de los pesticidas, los fertilizantes, las hormonas, entre otros, utilizados en la fase de producción.
  • Los elementos empleados en los tratamientos postcosecha, la conservación, el envasado, y todo lo que atañe a la fase de comercialización y distribución.
  • Los procesos de preparación de alimentos para el consumo y su presentación para ser consumidos.

Ejemplos de exposición a pesticidas empleados en la producción agrícola convencional son muchos. El caso del empleo del clorpirifós, un insecticida de uso muy extendido en agricultura convencional hasta su prohibición en la Unión Europea hace pocos meses, es un buen ejemplo de cómo ocurren las cosas. Forma parte de los compuestos sintéticos derivados del petróleo, clasificados como no acumulables en el organismo y con una baja persistencia en el medioambiente, lo cual da cierta seguridad sobre inocuidad. No obstante, dada la frecuencia con que se encuentra en verduras y frutas como la naranja, la dosis diaria está más que asegurada. No hace falta que sea persistente, está en el plato cada día.

Nuestro estudio sobre Infancia y Medioamabiente (INMA) ha puesto de manifiesto una asociación entre la exposición a clorpirifós y el adelanto en algunos de los componentes del desarrollo puberal, tanto en niñas como niños españoles. Los resultados de este estudio y otro similares, son una llamada de atención sobre los efectos sobre la salud humana de los contaminantes alimentarios que afectan a las hormonas -disruptores endocrinos-, por sus efectos adversos para la salud de un organismo intacto o su descendencia, como consecuencia de cambios en la función endocrina.

Otro ejemplo de exposición a contaminantes vehiculizados por los alimentos es el bisfenol A (BPA), una sustancia química que se utiliza para fabricar plásticos como el policarbonato y las resinas epoxi. Está presente en diversos envases alimentarios, desde las grandes botellas reutilizables de policarbonato utilizadas para el agua hasta las resinas epoxi que recubren el interior de las latas de conserva. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA por sus siglas en inglés) parece interesada en regular su uso de forma muy estricta, pero la decisión se demora año tras año.

Como es imposible que la ciudadanía maneje tantos datos sobre dónde encontrar información veraz y productos de confianza, y dado el preocupante fracaso de los sistemas de protección para regular a tiempo el uso de estos contaminantes, la propuesta de Olea pasa por incluir en el precio de los alimentos el gasto sanitario derivado de las enfermedades ocasionados por la ingesta de contaminantes utilizados en el sistema alimentario: “El precio de los productos convencionales debería reflejar las externalidades asociadas a su producción, así se vería que comer ecológico sale, a larga, mucho más barato”.

En definitiva, la producción y el consumo de alimentos agroecológicos es un instrumento claramente eficaz para optimizar la salud humana, a través de la disminución radical de la exposición a contaminantes tóxicos vehiculizados por los alimentos de producción convencional y para garantizar la sostenibilidad medioambiental de la alimentación.