El capítulo 11 del recientemente publicado «Libro Blanco de la Alimentación Sostenible en España» está dedicado a la inocuidad de los alimentos por tratarse de uno de los riesgos de exposición a contaminantes químicos más evidente y más fácilmente evitable. En este capítulo han participado cuatro investigadores del Instituto de Investigación Biosanitaria ibs.GRANADA, entre ellos Nicolás Olea de Alimentta.
En el capítulo se propone una serie de medidas específicas para avanzar hacia la sostenibilidad alimentaria en el ámbito de la salubridad de los alimentos y que hacen referencia a:
- La necesidad de una mejora del sistema de control del residuo de compuestos químicos pesticidas en los alimentos.
- El enorme beneficio para la salud que supondría el fomento de la producción y consumo ecológico.
- La urgencia en el establecimiento de criterios más estrictos en la gestión de los materiales utilizados en el procesamiento y envasado de los alimentos, incluida la reducción del plástico.
- La obligatoriedad de la incorporación del conocimiento científico al todas y cada una de las fases del proceso de decisión relativos a la inocuidad de los alimentos.
A vueltas con el superenvasado de los alimentos
Entre las recomendaciones de este capítulo destacan las referentes a los materiales empleados en la fabricación de envases para los alimentos. El conocimiento científico generado en el último lustro es suficiente para cuestionar algunos de los materiales empleados en la elaboración de envases y la forma en que se han incorporado al mercado. Preocupan tanto el abuso en el empleo de materiales plásticos, como la pobre gestión que se hace del residuo.
Tres son los componentes de los plásticos que deberían centrar la atención de la administración reguladora y de las personas consumidoras: los bisfenoles, los ftalatos y los compuestos perfluorados. Todos ellos son tóxicos para el sistema hormonal de las personas, sea cual sea su edad, y peligrosos para el medioambiente. Los tres tipos de compuestos están encuadrados entre los disruptores endocrinos, es decir, que una vez incorporados al organismo afectan al control hormonal por lo que se han asociado con enfermedades en las que las hormonas tienen mucho que decir: problemas tiroideos, obesidad, diabetes, infertilidad, desarrollo neuroconductual y cáncer de mama y próstata.
Los ftalatos se emplean para flexibilizar el plástico y el PVC es uno de los materiales que más lo emplean. Los perfluorados convierten al papel y cartón en resistente al agua y a la grasa. Los bisfenoles están en el policarbonato de las botellas de agua, como las que hay en las oficinas y que se recambian con una nueva llena de agua pura de montaña, o en el recubrimiento interior de las latas de conserva.
Las gestiones en torno a la epidemia de la COVID-19 han sembrado nuestro medio de plásticos de todos los tipos, colores y usos, desde las mascarillas y equipos de protección individual (EPI), hasta el sobreempaquetado de los alimentos frescos en el supermercado. Desgraciadamente, a este incremento de los plásticos no le ha acompañado una gestión del plástico en la forma que todos hubiésemos deseado. Prueba de ello son los cientos de mascarillas del Polipropileno que flotan en las aguas o se esconden entre las ramas de los arbustos de los jardines urbanos; o el exceso de toneladas de plástico que se entierran en las plantas de tratamiento de residuos urbanos.
En los últimos 20 años, la Unión Europea y los Estados Unidos han restringido el uso de algunos ftalatos, tales como el DEHP y el DBP, en algunos productos comerciales. Como resultado, otros plastificantes como el adipato de di(2-etilhexilo) (DEHA), el éster de diisononilo del ácido dicarboxílico de 1,2-ciclohexano (DINCH) y el tereftalato de di(2-etilhexilo) (DEHT) surgen como plastificantes de reemplazo en materiales de PVC.
El bisfenol-A se ha ido arrinconando también. El primer paso se dio al prohibirse su uso en los biberones, el 30 de junio del 2011. En 2018 se prohibió su uso en cualquier envase alimentario para niños de 0 a 3 años. En el 2020, también se retiraron de Europa de los tickets térmicos de caja. En febrero de 2022 se sometió a consulta pública la intención de la Autoridad Europea en Seguridad Alimentaria (EFSA) de reducir la ingesta máxima permitida al día de 4 ug/kg de peso a 0.04 ng/kg, lo que dejaría al producto fuera del mercado de los envases de agua, bebidas y alimentos. También se ha advertido que sus sustitutos BPS y BPF no pueden ser una alternativa debido a que igualmente son disruptores endocrinos.
En los últimos años, con la eliminación gradual de los perfluorados de cadena larga en el ámbito internacional por los riesgos asociados, se ha adoptado el uso de elementos químicos repelentes no fluorados y PFC de cadena corta. No obstante, aun existe cierta posibilidad de encontrar PFOA, PFOS y sustancias relacionadas en fórmulas y productos fabricados con PFC de cadena corta debido a contaminación, impurezas o controles de fabricación deficientes.
El Congreso, el Senado y la Ley de Residuos y Suelos contaminados
Como si de un partido de tenis se tratara, la propuesta de Ley de Residuos y Suelos Contaminados (LRSC) ha saltado entre el Congreso y el Senado de España con un punto conflictivo que, definitivamente, ha subido al marcador de la ciudadanía. Se trata de la prohibición de envases que contengan bisfenol-A y ftalatos. Nada más y nada menos. Una tarea difícil de llevar a cabo, pero por algún sitio habrá que empezar.
El Congreso de los Diputados ha aprobado, en una última lectura de dicha ley, la prohibición de sustancias consideradas tóxicas en contacto con alimentos, como el bisfenol-A y los plastificantes ftalatos. La decisión ha sido fruto de un nuevo pacto entre Unidas Podemos y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Esta última formación ha cambiado su voto expresado en el Senado en donde llegó a pactar con el Partido Popular (PP) una enmienda que solo comportaba la reducción de estas sustancias en línea con lo que en cada momento vaya dictando el reglamento REACH de sustancias peligrosas.
En definitiva, la LRSC aprobada establece la necesidad de «fomentar la reducción del contenido de sustancias peligrosas en materiales y productos de acuerdo con los requisitos legales armonizados relativos a dichos materiales y productos establecidos a escala de la Unión Europea, evitando, en especial, la presencia de sustancias incluidas en el Anexo XIV del Reglamento REACH o sustancias restringidas recogidas en su Anexo XVII, y de los alteradores endocrinos. En particular, y de conformidad con lo previsto en estas normas, estará prohibida la utilización de ftalatos y bisfenolA en envases».
Recomendaciones
La inocuidad de los alimentos se vería sensiblemente mejorada si se tuvieran en consideración todas y cada una de las recomendaciones generales que se dan en el inicio del capítulo:
1. La exposición humana a contaminantes químicos ocurre fundamentalmente por vía alimentaria y tiene su origen en la producción y gestión de los alimentos.
2. Los cambios en las formas de producción, distribución y preparación han supuesto un incremento de los compuestos químicos que entran en contacto con los alimentos.
3. Los sistemas de vigilancia de residuos químicos en alimentos deberían ser más estrictos aumentando el número de test realizados y evitando las situaciones de uso excepcional de productos peligrosos.
4. Los sistemas de evaluación del riesgo deben adaptarse al conocimiento científico actualizado, objetivo e independiente.
5. El concepto de efecto combinado debe considerarse en el establecimiento de los límites máximos para residuos de cualquier tipo.
6. La distinción de calidad de los alimentos por parte de la ciudadanía es dependiente de la percepción de su inocuidad.